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jueves, 17 de enero de 2013

LOS PROFESIONALES (1966)

“Nos quedamos porque tenemos fe, nos marchamos por que nos desengañamos, volvemos porque nos sentimos perdidos, morimos porque es inevitable.”

 
Uno de esos western imprescindibles e inolvidables de la historia del cine. Puro romanticismo y magia. Memorables diálogos sobre los ideales, el desencanto, la lucha de clases, la revolución y el amor.

Un clásico elogiado por la crítica, sobre la frontera, el honor y el romanticismo de las causas perdidas. Muy pocos westerns transmiten esa sensación de aventura como este. “Los profesionales” es una película basada en la novela “A Mule for the Marquesa” de Frank O'Rourke.


Dirigida por uno de los grandes directores del séptimo arte Richard Brooks, creador de grandes clásicos como: “Dulce pájaro de juventud”, “Lord Jim”, “El fuego y la palabra”, “La última que vez París”, y esa maravillosa de obra maestra llamada “La gata sobre el tejado del zinc”. 

Richard Brooks
 
Un poderoso terrateniente Ralph Bellamy contrata a cuatro mercenarios, especialistas en misiones peligrosas son: Lee Marvin, Burt Lancaster, Robert Ryan y Woody Strode, para que rescaten a preciosa mujer Claudia Cardinale, que ha sido secuestrada por Jack Palance, jefe de una banda de revolucionarios mexicanos. Con la particularidad que Lee Marvin y Burt Lancaster ya se habían unido a la revolución mexicana de Jack Palance en el pasado. 
 
Richard Brooks en set con Burt Lancaster

Dos amigos aventureros y liberales (Burt Lancaster y Lee Marvin), que participaban en luchas por la libertad fuera de sus fronteras, vuelven a México a luchar contra sus viejos amigos revolucionarios que ahora se encuentran en distinto bando. 

 Burt Lancaster y Lee Marvin dos héroes románticos 

Posee una preciosa fotografía a cargo de Conrad Hall (ganador del Oscar por “Dos hombres y un destino”).

Claudia Cardinale brilla como luz propia como una de las mayores bellezas de los años 60. Ya demostró su inusual belleza en otro de los mitos del spaguetti-western “Hasta que llegó su hora” de Sergio Leone.

En la siguiente conversación de la película nos muestran como es Claudia Cardinale.
  •  “Nada menos que cien mil dólares por una esposa. Debe de ser toda una mujer.
  •  Será una mujer de esas que convierten a algunos niños en hombres y a algunos hombres en niños.
  • Si es así vale lo que piden.”
Claudia Cardinale un mito erótico de los años 60

La misión más arriesgada, necesita a los mejores mercenarios, Lee Marvin encabeza el grupo de mercenarios, donde cada uno de estos cuatro profesionales es un maestro en su especialidad.

Lee Marvin (Henry "Rico" Fardan): Academia militar de Virginia, campañas de Filipinas y de Cuba con los voluntarios de Roosevelt. Casado con una mejicana, no tuvo hijos, su esposa falleció. Se unió a Pancho Villa como táctico, experto en armas y en estrategia. Abandonó a Villa en junio de 1915, dedicó un año a la quimérica búsqueda de oro con resultados negativos. Ahora enseña el manejo de armas automáticas por 40 dólares a la semana.

Burt Lancaster (Bill Dorworth): Experto en explosivos, mujeriego, y tan práctico como idealista. Un hombre capaz de volar una vela sin abollar siquiera el candelero.

Robert Ryan (Hans Ehrengard): Ex-soldado de caballería, ganadero, entendido en caballos y de probado valor.

Woody Strode (Jacob Sharp): Especialista en el tiro con rifle, con arco, y en el lazo. El mejor explorador y rastreador de estos territorios. 



Los 4 profesionales: Burt Lancaster, Lee Marvin, Robert Ryan y Woody Strode

 Cuatro hombres al margen de la ley enfrentada a la decisión de quedarse con el dinero o de quedarse sin nada y dejar que triunfé el amor. Grandes y violentas imágenes como el asalto al campamento o la persecución hasta la frontera.

En los años 60 el western empezó su ocaso, y aparecen los western crepusculares como este, con héroes cansados, escépticos, desencantados, sin esperanza ni ideales. Quizás como la propia sociedad de esa época (recordamos que estamos en el inicio de la Guerra del Vietnam), ellos son unos antiguos revolucionarios que ahora venden sus servicios para causas nada nobles.

Mi escena favorita ese mítico y precioso final donde nuestros héroes, recuperan su orgullo, su ética profesional, su dignidad, su romanticismo y su lucidez para volver a luchar de nuevo por una causa perdida. El tiempo ha convertido a nuestros protagonistas de idealistas en escépticos pero todavía no les ha derrotado. 
  •  “Es usted un bastardo.
  • Sí señor, lo mío es de nacimiento, pero usted se ha hecho a sí mismo”.
Frase lapidaria para terminar la película 

Pocos westerns tienen diálogos tan impactantes y legendarios. Un guión excelente, repleto de frases memorables.
 
  • “¿Cómo alguien enamoradizo como tú se hace dinamitero?
  • Te lo diré. Yo nací con una fuerte pasión por crear. No sé escribir, ni pintar ni cantar. 
  • Y provocas explosiones. 
  • Así se creó al mundo. La explosión más grande.”
  •  “¿Piensas en algo que no sean mujeres, whisky y oro?
  • Amigo, acabas de escribir mi epitafio.”
  • “Raza: ¿Cómo es que te has metido en este sucio asunto?
  • Bill: Como de costumbre por dinero.
  • Raza: Todo sigue como de costumbre, yo necesito armas y municiones, como de costumbre, la revolución mal, como de costumbre, solo tú no sigues como de costumbre.”
“Puede que solo haya una revolución, desde siempre, la de de los buenos contra los malos. La pregunta es: ¿quiénes son los malos?”

O ese prodigioso y precioso dialogo final entre el mercenario Burt Lancaster y el jefe de la banda de mexicanos Jack Palance. Memorable diálogo sobre los ideales, la revolución, los sueños y el amor.
  • Raza: ¿Supongo que sabes que uno de los dos ha de morir?
  • Bill: Es posible que los dos.
  • Raza: Morir por dinero es una estupidez.
  • Bill: Y morir por una mujer más aún. Sea la mujer que sea, incluso ella.
  • Raza: ¿Cuánto tiempo vas a retenernos?
  • Bill: Un par de horas y lo que pase aquí ya no importará. Ella volverá a ser la señora Grant.
  • Raza: Pero eso no cambiara nada, lo que importa es que ella es mi mujer antes, ahora y siempre.
  • Bill: Nada es para siempre, excepto la muerte, pregúntale a Fierro, a Francisco, a todos aquellos del cementerio de los hombres sin nombre.
  • Raza: Todos ellos murieron por un ideal.
  • Bill: ¿La revolución? Cuando el tiroteo termina, los muertos se entierran y los políticos entran en acción y el resultado es siempre igual, una causa perdida.
  • Raza: Así que… tu quieres la perfección o nada, ah! Eres demasiado romántico, amigo. La revolución es como la más bella historia de amor. Al principio ella es una Diosa, una causa pura, pero todos los amores tienen un terrible enemigo.
  • Bill: El tiempo.
  • Raza: Tú la ves tal como es. La revolución no es una Diosa, si no una mujerzuela, nunca ha sido pura, ni virtuosa, ni perfecta, así que huimos y encontramos otro amor, otra causa, pero solo son asuntos mezquinos, lujuria, pero no amor, pasión. Pero sin compasión y sin un amor, sin una causa no somos nada! Nos quedamos porque tenemos fe, nos marchamos por que nos desengañamos, volvemos porque nos sentimos perdidos, morimos porque es inevitable.


Una escena memorable de la historia del western

 Acompañar a nuestros héroes a un viaje al pasado, a un tiempo que no volverá. 

Lancaster y Marvin en una situación  comprometida 

Claudia Cardinale nos cuenta como fue el rodaje 


miércoles, 2 de enero de 2013

NOVELAS DEL OESTE



Hubo un tiempo, no tan lejano, en el que del bolsillo del pantalón de los hombres asomaba una novelita, no un móvil, o reproductor de música o una consola portátil. Hubo una serie de creadores españoles, que con su imaginación fueron capaces de escribir una novela a la semana, creando un legado poco conocido para el público literario, pero venerado por millones de seguidores en todo el mundo. 

¿Y a qué se debía semejante éxito? Pues a seguir la máxima siguiente: escribir para que la gente se divierta. Las novelitas eran muy amenas, prescindían de las largas descripciones y con unos brillantes diálogos, una acción disparada y llenas de los tópicos del cine del oeste: tipos duros, desafíos, disparos, atracadores de bancos, cazadores de recompensas, pistoleros, vaqueros, el saloon con el piano y las prostitutas, los sheriffs, los indios, los caballos salvajes, las caravanas de ganado, etc. Todo esto cabían en pequeñas novelas de 15 cm, tamaño perfecto para llevarlas en el bolsillo del pantalón. Los primeros escritores se inspiraron en el teatro clásico español del Siglo de Oro, sustituyendo los personajes del XVII por los arquetipos representativos del salvaje Oeste americano. 

La novela del oeste, que leían nuestros abuelos (nosotros preferíamos ver las películas), constaba de unas 100 páginas de impresión barata y muy característica, muy semejantes a las novelas de género pulp norteamericano; se escribía y publicaba una por semana y se vendían a cinco pesetas cada una. Normalmente se podían devolver al quiosquero, y adquirir otra a menor precio.

Cabe destacar que los mejores escritores de novela del Oeste eran españoles, sobre todo destacaban dos escritores: Marcial Lafuente Estefanía y Francisco González Ledesma (con su pseudónimo Silver Kane). 

Ledesma y Estefanía en la editorial Bruguera 

MARCIAL LAFUENTE ESTEFANÍA


Nació en Toledo, 1903, hijo del periodista y del escritor Federico Lafuente, quien le enseñó a amar el teatro clásico del Siglo de Oro. Se hizo ingeniero industrial y ejerció en España, América y África y entre 1928 y 1931 recorrió gran parte de los Estados Unidos, lo que le sirvió luego para ambientar sus historias. Escribió su primera novela del oeste en 1943, con el título de “La mascota de la pradera”

Sus primeras novelas las firmó bajo los pseudónimos de "Tony Spring" o "Arizona", pero luego publicó ya siempre con su nombre verdadero o las siglas M. L. Estefanía. Tuvo mucho éxito y seguía el siguiente lema: “Escribe para que la gente se divierta, es la única forma de ganar dinero con esto".

Sabedor de que sus novelas se leían en los Estados Unidos, cuidaba mucho la verosimilitud histórica, y geográfica del Oeste norteamericano, para lo cual recurría a tres libros en particular: una obra muy completa de historia de Estados Unidos, un atlas muy antiguo de este país, donde aparecían los pueblos de la época de la conquista del Oeste, y una guía telefónica estadounidense en la que encontraba los nombres de sus personajes.

Durante la guerra Civil Española fue oficial de Artillería del Ejército Republicano en el frente de Toledo y tras ella decidió no exiliarse, por lo que estuvo una larga temporada en prisión. 

“Empecé a escribir prácticamente en un rollo de papel higiénico. No tenía cuartillas, no tenía pluma; entonces decidí utilizar el lápiz y el papel de retrete. Estaba en una sala quinta de uno de los hoteles en los que me recluyó el Gobierno.”

Al salir de prisión sin horizonte y sin posibilidades de volver a ejercer su oficio, pero tuvo la intuición del Oeste y de las novelas de cinco pesetas y Eugenio Barrientos, fundador de la Editorial Cíes (una pequeña editorial de Vigo), le reclutó para su cuadra de escritores a destajo, que eran generalmente profesionales liberales de la República que con la guerra perdieron también la silla y el apellido. Donde publicó obras policíacas o románticas.

Estefanía vivió en Madrid, pero fue un enamorado de Ávila, donde residió mucho tiempo, después firmó un largo contrato con la Editorial Bruguera que le llevaría a producir alrededor de 3.000 novelitas del oeste de no más de cien páginas cada una.

La Editorial Bruguera desaparecida en los años 80 tras un notorio escándalo financiero, construyó un imperio, cimentado en dos éxitos indudables: las novelas del oeste y los tebeos, con Francisco Ibáñez (creador de Mortadelo y Filemón) y Estefanía como principales valedores.

“La relación era totalmente informal. Entonces no había derechos de autor, se cobraba por novela entregada y no había forma de saber lo que ganaban con nuestro trabajo. Ni siquiera nos informaban de las traducciones, sólo sé que sacaron algunas en Brasil. A cambio, había también una relación familiar. Cuando necesitabas dinero para la entrada de un piso o para un coche se lo pedías y luego te lo iban descontando en las sucesivas novelas que publicaban.”

Primero en Cíes y después en Bruguera, Estefanía escribió alrededor de tres mil novelas, llegó a escribir seis folios por hora, o una página cada diez minutos. Estas pequeñas novelas tuvieron un gran éxito en España e Hispanoamérica y se hicieron muy populares como literatura de pasatiempo, incluso la universidad de Texas las grabó para que los ciegos de origen hispano pudieran escucharlas. 

Al final de sus días público su última novela, la cual sería titulada “El maleficio de Toledo”. Murió de pulmonía en Madrid y está enterrado en el cementerio de la Almudena.

Tan prolífica fue su pluma que, hoy en día se vuelve a recuperar su extensa obra en las librerías de España (Editorial de Almuzara), quien ha reeditado sus mejores novelas en una edición especial, para que continúe en circulación a lo largo de España, América Latina y los Estados Unidos proporcionando así entretenimiento para varias generaciones de lectores.

Detrás de la firma M. L. Estefanía hay una historia familiar de creadores dedicados a las novelas de vaqueros. No fue sólo uno, Marcial Lafuente, el fundador, quien las escribió, sino también sus hijos. Hoy, uno de ellos, Federico, y su nieto siguen creando y publicando “westerns” bajo este seudónimo, con el que se han vendido más de 50 millones de ejemplares. Federico Lafuente, el hijo de Marcial, mantiene algo más que vivo el legado de su padre. Al fin y al cabo, desde 1958, las novelas firmadas por Estefanía eran escritas indistintamente por Marcial o por alguno de sus dos hijos, Federico y Francisco. De esta forma, tras 64 años de historia, bajo el seudónimo Estefanía logró picos de tiradas de 100.000 ejemplares en las primeras ediciones de su época de gloria. Cualquiera de ellos, era capaz de parir hasta tres novelas en un mes. De hecho, uno de los hijos escribió una novela en 24 horas seguidas, sin parar, sin dormir.

Bonitos dibujos de las portadas de las novelas de Estefanía 


FRANCISCO GONZÁLEZ LEDESMA (SILVER KANE)


Nació en Barcelona en 1927, periodista, guionista de cómics y novelista especializado en el género policíaco y del oeste. 

Su madre era una humilde modista de Poble Sec, barrio popular de Barcelona, y marchó a Zaragoza, a casa de una tía, para estudiar en un colegio religioso, del cual dejó constancia en su libro “Tiempo de venganza”.

Estudiaba Derecho, gracias a la ayuda de sus tíos. Otro de sus tíos, Rafael González, un periodista represaliado tras la Guerra Civil que había encontrado refugio en Bruguera, el cual logró que entrara en la editorial en 1947. Ya antes había escrito historias de aventuras para él y con él. También fue guionista de historietas como “El inspector Dan” o "Doctor Niebla". Pero Ledesma, que quiso ser escritor desde muy pequeño, ya a los 19 años había escrito su primera  novela, “Sombras viejas” (1946), la cual la censura prohibió su publicación. Estaba tan desesperado que se fue a Madrid para hablar con el censor. 

"Me dijo que era roja y pornográfica. Lo de roja pude entenderlo, porque los personajes eran republicanos. Pero lo de pornográfica, no. Se refería a una escena de lo más tonta: una joven se pasó la guerra esperando que regresara su novio. Soñaba que llamaban a la puerta; ella abría, retrocedía unos pasos y caía en un diván. Bueno, pues un día, llaman al timbre de verdad, abre, es un amigo de su novio, se sienta en el diván y él le pone la mano en la rodilla. Protesté, pero el censor me dijo que se notaba que el chico tenía intención de subir la mano por la pierna".

Lo que le sumió en el silencio como novelista y le llevó a dedicarse primero a la abogacía y, después, al periodismo, en el Correo Catalán y, durante 25 años en el periódico La Vanguardia, donde llegó a ser redactor jefe. 

Después de su primera novela se desanimó, pensó que nunca publicaría nada y entonces Francisco Bruguera y su tío Rafael le propusieron que escribiera novelas del Oeste. 

"Bruguera me dijo que me buscara un seudónimo porque con un apellido como González nadie se iba a creer una novela del Oeste".

El seudónimo Silver Kane nació a finales de 1952. González Ledesma estaba pasando una mala época.

"Recuerdo perfectamente la noche en que escribí por primera vez este nombre: Silver Kane. Debió de ser en 1952, aunque no me atrevo a precisarlo con exactitud, pero recuerdo perfectamente –insisto- el ambiente de madrugada en Tapioles, 22, en el comedor de casa, con una luz que apenas me permitía ver (…) Estaba escribiendo una novela policíaca con la intención de publicarla en Bruguera y ganar algún dinero, y para el nombre del protagonista elegí Silver Kane, porque era fácil de recordar y sonaba bien (…)Silver Kane nació, pues, de noche, en un momento de cansancio y en un momento más bien sórdido: la verdad es que pensaba estar creando un seudónimo que, como mucho, duraría un par de años".

Por la primera novela le pagaron 1.500 pesetas en dos plazos. Escribía de tres a cinco al mes y las tiradas oscilaban entre 14.000 y 24.000 ejemplares semanales.

 "Bruguera tenía olfato para el éxito y te apretaba. Incluso cuando dejé la editorial, en 1966, seguí con contratos para hacer Silver Kanes. Con este nombre firmé también novelas de misterio".

La Editorial Bruguera era como una pequeña familia, y todavía hoy los recuerda con cariño.

 "Allí había escritores, periodistas, catedráticos, casi todos represaliados. Gente de cultura, que escribía muy bien. Se pensaba que éramos unos desgraciados, que nos ganábamos la vida en el quiosco. Autores mal pagados que escribían novelas baratas para gente sin poder adquisitivo".

Dice en sus memorias, “Historia de mis calles”:

"Me daba vergüenza escribir relatos sin la menor pretensión o quizá sí: la de distraer a la gente, que no es pretensión pequeña, me he ido dando cuenta de que mis novelas del Oeste sirvieron de inicio a la lectura para gente que no leía nada. También decía veladamente que aquí no había libertad". 

"Lo más importante es que con esas novelas aprendí mucho técnicamente. Tenían que ser interesantes desde la primera línea y dosificar la intensidad para que se leyeran de un tirón. Era un desafío diario y tenías que tener una imaginación brutal para no repetirte y crear argumentos convincentes y atractivos. Bruguera era muy exigente y rechazaba cualquier historia que no se ajustara a esas condiciones. Silver Kane fue mi maestro".

En total, habría compuesto unos trescientos títulos bajo el seudónimo de Silver Kane. De esta época escribió "Los napoleones", "Las calles de nuestros padres" y "Expediente Barcelona". En 1984 recibió el Premio Planeta por "Crónica sentimental en rojo" lo que le supuso notable popularidad y muchos ánimos para seguir escribiendo.

Francisco González Ledesma, estaba escribiendo su nueva novela del policía Méndez cuando tuvo un ataque de melancolía. "Me estoy haciendo viejo". Ahí surgió la idea. "¿Y si vuelvo a escribir una novela del Oeste? ¿Y si recupero a Silver Kane?". Su editor estuvo de acuerdo, pero él puso una condición: no cobrar adelanto. "Si no me gustaba la rompía y no tenía que devolver el dinero. Me lo planteé como un reto. Quería comprobar si era capaz de escribir con la rabia y la frescura de los veintitantos años".

La acabó con el entusiasmo y la pasión que suele poner en todo lo que hace, le gustó y aquí surgió la excelente novela “La dama y el recuerdo”. Con la única salvedad que el seudónimo ideado por él en los años 50 se convierte en personaje en la novela, la cual tiene todos los ingredientes del género: bandidos, cazarrecompensas, pistoleros, vaqueros, caravanas de ganado…

Hay varias diferencias entre esta novela y las cientos que escribió entre los años cincuenta y ochenta. No está firmada por Silver Kane, sino por Francisco González Ledesma. 



Preciosas estampaciones de las novelas de Silver Kane