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miércoles, 24 de abril de 2013

LA BATALLA DE LAS COLINAS DEL WHISKY (1965)



Tarde muchos años en acercarme a esta película, quizás porque no me gustaba la idea de mezclar la comedia y el western, y quizás me atreví hace muy pocos años, porque el director que la firmaba era uno de los maestros del western. Y no me arrepiento de verla, sino que hoy la recomiendo fervientemente, y tengo que decir que: 

“Nunca el oeste fue tan divertido”

Prodigiosos y maravillosos los títulos créditos, para mi gusto los mejores títulos de crédito de la historia del western. Con esa pegadiza canción que da título en inglés a la película: “The Hallelujah Trail”, la música de un habitual de los western de Sturges el increíble Elmer Bertein, en la penúltima de sus siete fructíferas colaboraciones, y sin duda alguna, una de las más divertidas. 



Grandísimos y preciosos los títulos de crédito 


The Hallelujah trail de Elmer Bertein



John Sturges, más conocido por los grandes western “Los Siete Magníficos”, “Duelo de titanes” o “El último tren a Gun Hill”, decidió en 1965 arriesgarse a dirigir una comedia que tiene como punto de partida la situación histórica real del desabastecimiento de whisky que sufrió Denver en el invierno de 1867. Sturges ya lo había intentado antes con la desafortunada “Tres sargentos” en 1962, al servicio de las estrellas Fran Sinatra y Dean Martin. 

John Sturges con todos los actores del reparto 

Me gusta y me parece muy simpática la voz en off, el narrador que cuenta la historia de la película como si fuera un cuento. 

La historia se desarrolla en el año 1867, donde si existía algo más valioso que el oro, era el whisky. Grandes actuaciones de sus dos protagonistas Burt Lancaster y Lee Remick, y muy divertida su “guerra de sexos”, a la semejanza de las viejas comedias de Katharine Hepburn y Spencer Tracy

Lee Remick en un descanso del rodaje 

Grandes secundarios: Jim Hutton, Pamela Tiffin, Brian Keith, Martin Landau, Donald Pleasence (el falsificador de “La gran evasión”). 

Jim Hutton y Pamela Tiffin 

La historia es muy simple, en el otoño de 1867, en la ciudad de Denver se plantea un grave problema: no les queda whisky para poder pasar el largo y crudo invierno. Preparan entonces un plan para traer un gran cargamento de bebida a la ciudad, donde el ejercito comandado por el coronel Burt Lancaster es el encargado de custodiar la preciada mercancía frente a todos: los indios con Martin Landau al frente, las mujeres prohibicionistas con Lee Remick, la milicia ciudadana con su oráculo-guía Donald Pleasence, y la caravana de Wallingham comandada por Brian Keith (contribuyente y buen republicano). 

“La batalla de las colinas del whisky” posiblemente es el western más divertido jamás rodado. 

Posee uno de los mejores planos rodados en la historia del western, la salida del destacamento del fuerte, con la preciosa música de Elmer Bertein, y la maravillosa fotografía de Robert Surtees, con un bonito cielo plomizo, que parece que el director encargó para esta película, quien ha visto este plano, sabe de cual estoy hablando, irrepetible.


Preciosa fotografía de la película a cargo de Robert Surtees

Las escenas de acción son muy vistosas y espectaculares, sobre todo los indios cabalgando y subiéndose sobre los carromatos con los caballos desbocados, y después los carromatos volcando con la preciada mercancía. 

Las escenas son de las que se quedan en la retina grabadas, por la gran cantidad de gags que tienen para el recuerdo:

  • Las "visiones del Oráculo", que solamente tiene esas visiones cuando bebe whisky. 
Oráculo-guía Donald Pleasence
  • Como arreglan las disputan los indios entre ellos. 
  • Burt Lancaster y su división llega al fuerte, y después de oír los cañones en el fuerte, forman en línea de ataque, pero cuando llegan ven a todas las feministas cantando una alegre canción. 
  • La hija de Burt Lancaster coqueteando con Jim Hutton delante de su padre. 
  • Lee Remick y Burt Lancaster importunándose el uno al otro mientras se dan un baño. 
Lee Remick y Burt Lancaster se importunan en el baño 
  • La orquesta uniéndose a las prohibicionistas desde la cárcel. 
  • La divertida batalla que da nombre a la película, donde se desata una tormenta de polvo y arena, y tenemos cinco posiciones bien diferenciadas: la milicia de Denver, los indios sioux, el ejército, las prohibicionistas y la caravana de Wallingham, con la imagen divertida de Donald Pleasance embutido en su traje, acurrucado en la tormenta, viendo pasar soldados e indios de un lado a otro. Es tal la confusión en la batalla, que ni el narrador sabe la posición de cada uno de los grupos. La batalla más extraña de la historia del cine. 
  • Los mapas de situación que acompañan la historia, que junto con los títulos de crédito tienen la estética de los dibujos animados. 
Plano de situación que utiliza el narrador para contarnos la historia 
  • El indio con una bandera blanca como símbolo de buena voluntad. 
Símbolo de buena voluntad 
  • Los carros de whisky hundiéndose en el valle de las arenas movedizas. 
  • La vuelta de tuerca a las películas del oeste, siendo el ejército el que ataque cabalgando en círculos a los indios rodeados.

Maravillosos la mayor parte de los diálogos de la película, cargados de una simpática ironía:

- "Debería comprender a la señora Massingale una señora que perdió a sus tres maridos por culpa del alcohol. 

- Salieron prematuramente a la tumba por culpa del alcohol. 

- Quisiera saber el por qué." 

El sargento habla con el coronel antes de salir del fuerte sobre proteger a las mujeres de la liga antialcohólica. 

- "Podrían tropezar con un grupo de indios sanguinarios.

- Entonces, sugiero rezar por los indios." 



- "Trompeta el que se una al coro de las mujeres lo mando fusilar.

- Aunque sea lo último que haga, haré que esa banda las trasladen a Alaska." 


Soldados viendo escondidos bañarse a las señoritas apostados desde un árbol.

- "Tenemos un problema moral.

- Las damas están tomando baños desnudas.

- Sargento, señor. Maldita sea.

- Sí, señor."


Burt Lancaster comenta a Jim Hutton el plan:

- "Avanzaremos en dirección en casi paralela a ellas. 

- Perdone señor, “dirección casi paralela”, que es nueva táctica, no la conozco. 

- Pues fue bien conocida durante la guerra. 

- ¿Cómo se llama señor? 

- Se llama contacto separado."

Una película que, a pesar de ser de los western más largos (2 horas y media), te deja una sonrisa en la boca, y tarareando durante todo el día su pegadiza canción.

Todos los protagonistas de esta divertida película 

jueves, 11 de abril de 2013

SARA MONTIEL (1928-2013)

"Estrellísima por encima de todo"

Sara Montiel fue la gran estrella, la que hizo que se nos conociera en el mundo entero, en un momento en el que España no atravesaba su mayor esplendor. 

La actriz Sara Montiel falleció a los 85 años en su casa en el madrileño barrio de Salamanca. La intérprete, nacida en 1928 en Campo de Criptana (Ciudad Real), un pueblo humilde reconocido por sus molinos de viento, uno de los cuales lleva su nombre. Al estallar la Guerra Civil, se fue con su familia a Orihuela (Alicante), y ahí la futura estrella comenzó a estudiar en un colegio de monjas, donde le enseñaron a cantar. María Antonia Abad Fernández (que era su verdadero nombre) tenía 16 años cuando en la Semana Santa de 1941 cantó una saeta que escuchó el periodista José Ángel Ezcurra, fundador de la revista “Triunfo”, y quiso conocerla. 

Se presento a un concurso de canto donde interpretó “La morena de mi copla” y ganó. Luego la llevaron a Barcelona para hacer unas pruebas de cine, y debutó, no sin ciertas reticencias, con “Empezó en boda”, al lado de Fernando Fernán-Gómez. “Fue el primero que me besó. Yo tenía 16 años y no sabía. Y me explicó cómo se hacían las películas. Yo creía que se hacían como se ven: del principio al final”. 

Cambió su nombre, por el de su bisabuela Sara, un nombre que le agradaba. Así nació Sara Montiel. Quizás no fue, efectivamente, la más bella, pero si la más fascinante. Sara Montiel aportó al cine español de los años sesenta una sensualidad y erotismo desconocida en las pantallas hispanas. Un hermoso cuerpo, la mirada insinuante, un busto provocador, unido al personaje de mujer libre en el amor que la hizo famosa, despertaron en el público una pasión que la convertiría en la máxima estrella de esa época. Pero su carrera no fue siempre un camino de rosas. En su vida, realidad y ficción se confunden con frecuencia y es difícil establecer dónde acaba una y empieza la otra. 



Llegaron más películas. En “Locura de amor”, donde hizo de mala de la función. Como ella comentaba por aquella época: “Pero ahí el público comenzó a notar que en realidad yo estaba buenísima”. 

Sentía, con todo, que su carrera de actriz no despegaba. Un día, el dramaturgo Miguel Mihura, la contrató para hacer “Furia roja” en México. Sara Montiel de Miguel Mihura dijo: “Mi primer amor, el hombre que me hizo mujer y al que volvía loco en la cama y dejaba como un trapo”. 

En México aprendió a leer y a escribir, ya que hasta entonces, para interpretar sus primeros papeles en el cine tenía que aprenderse de memoria los textos que le iban leyendo. En México, intervino como protagonista en una docena de películas de éxito, a destacar “Cárcel de mujeres” (1951) donde por cierto compartió planos con otra mexicana que triunfo en Hollywood Katy Jurado, y “Piel canela” (1953), en las que aparecía tan guapa que fue reclamada por Hollywood. 

“¡Ay, qué país México! Una industria cinematográfica muy profesional, en plena época de oro. ¡Y la gente se podía divorciar! Una realidad que contrastaba con la España cutre que teníamos. Al instante me hice famosa. Cómo no, si me pusieron al lado de Pedro Infante. Hice tres películas con él. Y me hice mexicana, claro. Todavía tengo mi carta de nacionalidad en la caja fuerte. Cuando me casé con Tony Mann, en Los Ángeles, me casé con mi otro pasaporte, el mexicano”. 

Mucho antes de que en Hollywood pudieran desembarcar actores y actrices españoles fue ella, quien exportó el talento cinematográfico español convirtiéndose en mito sexual e icono del cuplé. Su origen humilde no impidió que fuese la primera estrella española que conquistar las Américas. 

Debutó en Hollywood con un gran western “Veracruz” (1954) junto a dos grandes actores del western: Gary Cooper y Burt Lancaster. Como curiosidad fue tal el revuelo que provocó Sara Montiel en la película, que cambiaron el orden de aparición, y aunque la protagonista era Denise Darcel Saritísima aparecía antes en los títulos de crédito. Esta película lanzó a la joven actriz española como nueva estrella en Hollywood. De hecho, las letras de crédito que abren la película dicen: “introducing Sarita Montiel” (presentando a Sarita Montiel). Sara gana protagonismo a medida que la película avanza, y en la escena final Sara se reencuentra con Gary Cooper. Como anécdota curiosa, se dice que vivieron un romance durante el rodaje. 


Pero fuera como fuese, en Hollywood intervino igualmente en “Yuma” (1957) otra gran western del gran Samuel Fuller, que le brindó a Sara Montiel la oportunidad de interpretar a la india “Mocasín Amarillo”, y convertirse en el mito erótico de toda una generación de españoles. Y por último intervendría en “Dos pasiones y un amor” (1956), en la que intimaría con el director, Anthony Mann, con quien finalmente contrajo matrimonio. 



Sara Montiel como la india “Mocasín Amarillo”

De su matrimonio con Anthony Mann, le llevó a codearse y verla aparecer con multitud de estrellas del Hollywood clásico.




Sara Montiel con Alfred Hitchcock, Elitabeth Taylor , Gary Cooper  y James Dean 

En 1957, con el estreno de “El último cuplé” le llegó el éxito. A partir de entonces comenzó a protagonizar una cadena de melodramas musicales. Y puso su tarifa: “Un millón de dólares por película”. Ella misma elegía las canciones que iba a interpretar. También el vestuario, para que estuviera a juego con la escenografía. Y hasta el horario de trabajo. Con esta película saltó a la fama internacional al protagonizar la película más taquillera de la historia del cine español durante muchos años. Esta película fue una modesta película española, que su productor y director Juan de Orduña tuvo que malvender para concluir el rodaje. Contra toda todo pronóstico, el éxito del film fue clamoroso. Más de un año se mantuvo en cartel, circulando luego por múltiples países de Europa y América, afianzando con ello la presencia de una nueva Sara Montiel, descubierta como sex-symbol y también como cantante. 


El último cuplé

Sara Montiel además interpretó canciones de resonancias inolvidables tales como “Fumando espero” o “Bésame mucho”, ya que  también fue una de las más cotizadas actrices en el terreno de las variedades. 

En total, Sara Montiel publicó como cantante una treintena de discos y participó en cerca de 60 películas, muchas de ellas internacionales junto a los galanes del momento: Burt Lancaster, Joan Fontaine, Mario Lanza, Vincent Price y Charles Bronson. Firmó contratos millonarios para Warner Bross y United Artists y trabajó con los directores más reputados, por ejemplo, Anthony Mann. Del gran escritor Ernest Hemingway aprendió una afición que la identificaría para siempre: fumar puros habanos. 

Pero su vida amorosa fue bastante azarosa. Tras separarse de Mann en 1960 se casó con el productor José Vicente Ramírez Olalla y luego con el empresario Pepe Tous con quien adoptó dos hijos: Thais y Zeus. En su etapa más madura se volvió a casar con Tony Hernández, un cubano de entonces 39 años, declarado admirador de la artista y de dudosa reputación, de quien se separó en 2003. 

Se olvidó de Hollywood, porque como ella decía: “Porque me negué a volver a madrugar. En México y Estados Unidos tenía que levantarme a las cinco y media o seis de la mañana. ¡Nunca más!”. 

Los éxitos se sucedieron imparables: “La violetera” (1958), “Carmen la de Ronda” (1959), “Pecado de amor” (1961), “La reina del Chantecler” (1962). A medida que tenía más éxito imponía  su criterio en los rodajes, y se hizo, cada vez más difícil dirigirla. 



                                                                        La violetera

Las anécdotas que se cuentan de la Montiel son infinitas, muchas de ellas disparatadas, como algunas que ella misma escribió en sus diversas autobiografías. La más ridícula era que James Dean se mató en el coche tras una frenética tarde de amor con ella. Otra fue que tuvo un idilio con el científico asturiano Serero Ochoa, o que Marlon Brando iba a desayunar huevos a su casa de EE.UU. 

Después de la película “Cinco almohadas para una noche” (1974), de Pedro Lazaga fue un rotundo fracaso, y el mito de Sara Montiel en el cine desapareció con ella, con lo que decidió dejar el cine en 1974. 

La vida de Sara Montiel se fue alejando paulatinamente de la escena hasta llegar a ser más popular en la prensa rosa por algunos de sus romances y por sus excesos que por sus películas. Joyas, viajes, operaciones estéticas y excesos que formaban parte de una vida recargada que ostentaba glamour y que la acompañó hasta el final de sus días. 

Comenzó a hacer sus pinitos en el teatro, haciéndose acompañar de otras grandes de la canción, pero su estrella no levantó el vuelo. Puede que no supiera aprovechar las oportunidades que le llegaron a continuación. El caso es que en los últimos años sólo se hablaba de la Montiel por sus extraños romances, pálido reflejo de los que había presumido. Pero haciendo balance de su vida ella se sentía satisfecha al recordar la pobreza en que había vivido, su ilusión por ser “alguien en la vida”, algo imposible de imaginar entonces, y ahora, resumía, “todo es como sueño: lo inalcanzable, alcanzado, como en un cuento de hadas”. 

"Nací de pie, pero nací y aunque no hubiera hecho “El último cuplé” habría llegado arriba por un lado u otro", dijo en una ocasión, aunque ya más seria, reconoció que en su entorno rural se hizo una promesa: "Me juré no tener ningún amo, ser pájaro libre y lo he cumplido".

Fue tan importante Sara Montiel en España, que su funeral fue como si fuera la de un Jefe de Estado, paseando su fetro por todas las calles del centro de su Madrid del alma.


Cortejo fúnebre de Sara Montiel  por las calles de Madrid 

Los westerns en los que participó:
  1. Veracruz (1954) de Robert Aldrich.
  2. Yuma (1957) de Samuel Fuller.