Recuerdo cuándo era
muy pequeño haber jugado a “los indios y vaqueros”, y como todos los niños que
jugaban querían ser los vaqueros, o sea los buenos, y nadie quería ser los
malos, los indios.
Esta película
termina, como tantas películas del viejo oeste, una casa rodeada, en el
interior de la casa mujeres y niños, y los hombres defendiendo sus tierras ante
un número muy superior de pistolas. Como en todas las películas del oeste,
cuando la situación es más desesperada, cuando están a punto de ser derrotados,
cuando lo muertos superan a los vivos, y ese
último aliento, llega el séptimo de caballería para salvar la situación
y derrotar al enemigo.
Y que pasa, si los
que se encuentran rodeados son los indios, y a los que intentar matar y usurpar
unas tierras que no son suyas son los vaqueros, lo grande del final de esta película,
es que en lugar de ayudar el séptimo de caballería a los indios, vienen para
rematarlos y acabar el trabajo, quizás un final más acorde con la realidad,
donde los indios son los buenos y los malos son los vaqueros. Donde, solamente
en contadas excepciones muestra a los indios como los protagonistas y a los
vaqueros como los antagonistas, solamente Ford, Mann, y Aldrich, mostraron
respeto a la historia, donde los indios fueron borrados, masacrados y echados
de una tierras que les pertenecían de las que fueron desalojados sin motivo.
Una película adelantada a su tiempo, en el que Taylor retrata
un indio que con orgullo y valentía defiende su tierra y su pueblo contra el
desprecio y los abusos del hombre blanco.
Solamente le pongo una
pequeña pega a la película, y es ver al gran Robert Taylor ennegrecido como
indio, es poco creíble, pero con creces lo supera con una poderosa
interpretación.
Este western está dirigido
por Anthony
Mann en 1950,
que con Ford y Hawks para mi forman la tripleta imprescindible de los western.
En este western se
ven características de los western de Mann, la importancia de los paisajes, muestra
como nadie las montañas, las áreas boscosas, las cumbres nevadas para que los
personajes emerjan más detalladamente en este entorno. La puerta del
diablo que da nombre al título de la película, abre la puerta a la tierra del
indio, que es vista como un paraíso, como un oasis en medio del desierto del
hombre blanco; una puerta al cielo, donde abundan los verdes pastos y el agua
clara.
Lance Poole (Robert
Taylor) vuelve al rancho de su familia (de la tribu de los navajos), tras
participar en la batalla de Gettysburg con las tropas nordistas, resultando
condecorado con la medalla de Honor del Congreso. Aunque de poco le va a
servir, en una sociedad racista e intolerante. Más aún cuando es un indio rico,
donde el Gobierno Americano, le quiere arrebatar sus tierras, por no considerar
a los indios como ciudadanos americanos.
Otra temática
desarrollada en esta película, es el eterno conflicto entre los ganaderos
contra los ovejeros, encarnados por la llegada de las ciudades, y de lo que
tanto odiaba Kirk Douglas en “Pradera
sin ley”, las alambradas que limitaban la libertad del hombre en la
naturaleza.
A destacar también la
escena de amor, llena de garra y emoción, en la que Robert Taylor, desafía a Paula Raymond a que demuestre su amor por un indio.
La película tiene
unos excelentes secundarios Paula Raymond, como abogada
idealista que ayuda a los indios, Louis
Calhern (habitual malo de los western) como malvado abogado al cual
solamente le preocupa el dinero, y Edgar Buchanan como sheriff de
una ciudad consumida por el odio.
Las escenas de acción
son fantásticas, la pelea en el bar, o el inigualable ataque de los indios a las
caravanas de los pastores con dinamita.
Lo que hace de esta
película una obra maestra, ese final donde el ejército americano, termina el
trabajo de los ovejeros, y mata a todos los indios. Y como nuestro héroe, herido
de muerte, se coloca la medalla del congreso,
y sale de su casa con dignidad y orgullo, saludando marcialmente al capitán del
ejército de caballería, y cayendo a continuación delante de él y de su amada Paula Raymond. Pura magia.
Una película que el
tiempo pondrá en su sitio, que con los años crecerá este clásico como una de las
primeras películas del oeste que defendió la posición de los indios en la gran
pantalla.