Samuel Peckinpah fue un
director conocido especialmente por la violencia que introdujo en todas sus
películas, forma parte del grupo de directores que hicieron remontar la
decaída industria hollywoodiense durante los años 60 y 70. Entre sus
importantes aportaciones al cine figura la reformulación del western clásico llevándolo a
terrenos más crepusculares y violentos.
Creó su propia leyenda, era muy complejo en sus relaciones
personales y artísticas, y procuraba formar su segunda “familia”
entre un equipo de colaboradores tanto técnico como artístico recurrente
en su filmografía. A estas consideraciones cabe añadir su fuerte genio, su
carácter provocador, autodestructivo, y su condición de mujeriego.
Nació
en 1925,
hijo de un abogado y perteneciente a una acomodada familia. Junto a su hermano,
solían faltar a clases para ir al rancho de su abuelo materno, de ahí su pasión
por los western. Su carácter lo involucró repetidamente en peleas y problemas
de disciplina, por lo cual sus padres decidieron inscribirlo en la academia
militar para realizar su último
año de estudios. En 1943 se alistó en los marines y en 1945 fue enviado a China. A
finales de 1946 regresó a Estados
Unidos sin haber
participado en ningún combate. Una vez en casa, conoció a una joven estudiante
de Teatro, Mary
Selland, que más tarde sería su esposa, e influenciado por ella, comenzó a
interesarse por el teatro y la poesía.
Inició su carrera trabajando en
televisión, donde escribió y dirigió varios programas relacionados con el mundo
del western, entre ellos “Gunsmoke”,
“The Westerner” y “The Rifleman”. Trabajó con el director
Don Siegel en las películas “Invasión de
los ultracuerpos” y “Harry el
Sucio”.
Su primer
trabajo como director sería en 1958 en TV, con el episodio de “Broken Arrow” titulado “The Knife
Fighter”.
En 1961 Peckinpah dirigió su primera película “Compañeros mortales” con Maureen O'Hara y Brian Keith en los papeles principales. La cinta,
rodada en principio como un telefilme pero estrenada en Europa en los cines,
obtuvo un escaso éxito entre el público y la crítica.
Un año después dirigiría su siguiente película culta, “Duelo en la alta sierra” (1962). Con esta segunda película, rodó una obra maestra que sirve de despedida de dos grandes actores del género
Randolph Scott, y Joel McCrea e inaugura uno de sus temas fetiche: el western crepuscular.
Su
tercera película fue “Major Dundee” (1965), y marcó el inicio de
sus peleas con las productoras y distribuidoras. Estuvo protagonizada por Charlton Heston y situada en el final de la Guerra
Civil americana. Columbia,
considerándola demasiado larga y complicada hizo numerosos cortes. Peckinpah se
enfureció declarando públicamente que su película, tras esos recortes, era
incomprensible y no tenía sentido.
En suma, un auténtico fuera de la ley, como
sus personajes, fuera de su tiempo y de su lugar. Con estos condicionantes no
resulta difícil intuir sus enfrentamientos con productores merced a sus
frustraciones por no poder controlar sus películas. Tan sólo en “Quiero la cabeza de Alfredo García” (1974)
Peckinpah tuvo entera libertad para crear, aunque finalmente resultara un
fracaso económico. Un oasis de tranquilidad que se sitúa en medio de sus films
malditos, como fueron “Major Dundee” (1965), que han pasado a los anales
del cine, o su expulsión del rodaje de “El rey de juego” (1965), o sus tres años de intenso trabajo en el guión del “El emperador de norte” (1973), que finalmente rodaría Robert
Aldrich, etc.
Pero la película que inauguraría la fama sanguinaria y
violenta de su cine, la película que le pondría en la historia del western, y
en la leyenda del cine, sería “Grupo salvaje” (1969) y
continuando con el género del western
crepuscular.
También el estilo de dirección estableció lo que serían
sus señas de dirección, usando la cámara lenta en
numerosas secuencias, una técnica de montaje vanguardista y el uso de la
violencia. Fue considerada por ciertos críticos como “la película más violenta que se haya filmado jamás”.
Una película donde los héroes que, en realidad, son los
malos de la película y quienes sólo encuentran la redención en medio de una
lluvia de balas.
Durante
el rodaje de su siguiente película, “La balada de
Cable Hogue” (1970), el director fue forzado por la
productora Warner Bros a dirigir la película sin la violencia mostrada en “Grupo
salvaje”. De manera que el director le dio un toque cómico y se invirtió
apenas dinero ni tiempo en anunciarla, lo cual hizo que la película pasara sin
pena ni gloria, y le abandonara el público.
Cuando
la reputación del director estaba marcada por el apodo de “Bloody Sam” (Sam el sanguinario) que le
acuñaron los críticos estadounidenses, dirigió en el Reino Unido, “Perros de paja” (1971), con Dustin
Hoffman y Susan George como protagonistas principales. La
película da mucho que hablar, muchos temas la cobardía, la provocación, el erotismo,
la misoginia, la maldad, la venganza, el honor, el horror y sobre todo la violencia, una película
inclasificable, que hoy en día todavía no sé si me gusta o me horroriza por
partes iguales.
En
1971 realizó “El rey del rodeo”,
protagonizada por Steve McQueen,
que no obtuvo mucho éxito de público. En ella se encuentra otro de los temas
favoritos del director el de los perdedores. Y en eso Steve McQueen era un
especialista.
Un
año después volvería a trabajar con Steve McQueen en uno de sus más famosos papeles
“La huida”, que su revalorización internacional llega tras el remake de 1994 con Alec Baldwin y Kim
Basinger
En
1973 dirigió “Pat Garrett and Billy
The Kid”, con James Coburn, Bob Dylan y Kris Kristofferson, otro western crepuscular, que
cuenta la violenta y trágica historia de Billy el Niño y Pat Garret, servida
con mano maestra, un género que en los años setenta entraba en fase terminal y
al que sólo Peckinpah consiguió insuflar vida.
En
1974 realizó su película más surrealista según la crítica, “Quiero la cabeza de Alfredo García” ;
al año siguiente el thriller “Los aristócratas del crimen” (1975),
y en 1977 “La cruz de hierro”. Todas ellas realizadas con escaso
presupuesto. Orson Welles se puso en contacto con Peckinpah para
decirle que “La cruz de hierro”, era la mejor película antibélica que
había visto nunca. Una película que contaba con la particularidad que Peckinpah
desarrollaba su film desde la posición de los alemanes en lugar del de los
americanos.
A
finales de la década de 1970 Peckinpah parecía haber pasado al olvido, ninguna
publicación hablaba de él. Su salud era ya muy precaria debido a su alcoholismo
y su adicción a la cocaína. En 1978 dirigió “Convoy” que fue otro fracaso.
Su
última película fue “Clave: Omega (1983)”, un thriller de espías que
no tuvo ninguna crítica buena. Sam Peckinpah murió en 1984 de un ataque al corazón cuando tenía 59 años, debido a
sus graves problemas de salud.
Cuando estuvo en forma su cine fue duro,
complejo, emocionante, poético e inmejorable. Jamás pudo montar
una película como él quiso, y jamás encontró el beneplácito de la crítica
norteamericana y buena parte de la extranjera. Después de ser encumbrarlo en
los setenta con calificativos como el “Picasso
de la violencia” o el “nuevo John
Ford”, pasó en los años 80, poco después de su prematuro fallecimiento, al
olvido. Pero el tiempo pone a cada uno en su lugar, y hoy nadie pone en duda de
su genio y su maestría. Creó escuela, pero sus
esencias no admiten el plagio. Es uno de los grandes.
Los westerns de Sam Peckinpah fueron:
1- Compañeros mortales (1961)
2- Duelo en alta sierra (1962)
3- Mayor Dundee (1964)
4- Gloriosos camaradas (1965)
5- Grupo Salvaje (1969)
6- La balada de Cable Hogue (1970)
7- El rey del rodeo (1972)
8- Pat Garret y Billy the Kid (1973)
Los westerns legendarios de Sam Peckinpah
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