miércoles, 22 de febrero de 2012

LOS WESTERNS DE ANTHONY MANN Y JAMES STEWART


El hombre de Laramie (1955)


Tierras lejanas (1954)


Colorado Jim (1953)


Horizontes lejanos (1952)


Winchester 73 (1950)


Desde que Mann rodara la segunda unidad de “Quo Vadis”, a continuación se dedicara de pleno al western, y comenzaría su la  alianza fructífera con James Stewart y el guionista Border Chase.

Siempre se pensó que Anthony Mann pertenecía a la segunda generación de directores norteamericanos, los que no trabajaron en el cine mudo y si fue difícil reconocer a los primeros Raoul Walsh, John Ford, King Vidor, Howard Hawks, Cecil B. DeMille aún lo fue más para los segundos Anthony Mann, Nicholas Ray y Robert Aldrich.

La serie Mann-Stewart puede dividirse en dos partes: 1ª) las tres producidas por Aaron Rosemberg para Universal “Winchester 73”, “Horizontes lejanos” y “Tierras lejanas”, con guión de Borden Chase y 2ª) los otros dos realizados fuera de Universal: “Colorado Jim” para M. G. M y “El hombre de Laramie” para Columbia Pictures. Además de sus filmes del oeste con James Stewart, su colaboración que se prolongó en otros títulos alejados del western, como fueron  Música y lágrimaso “Bahía negra”, las otras producciones del mismo año, obras maestras de las puestas en escena, antes de que su relación se rompiera por culpa de “La Ultima bala”.



 “Dadle a Mann un paisaje, una montaña y un itinerario. Y ya tendremos una obra maestra”. (André Bazin)

“Nunca entendí porqué todos los westerns están rodados en paisajes desérticos! John Ford, por ejemplo adora a Monument Valley, pero yo conozco Monument Valley muy bien y no todo el Oeste es así. De hecho, el desierto solo representa una parte del oeste americano. Yo quería mostrar las montañas, las cataratas, las áreas boscosas, las cumbres nevadas y los personajes emergen más detalladamente en un entorno así”. (ANTHONY MANN)

“El realizador que más he estudiado, mi director favorito, es John Ford. En un plano expone más rápidamente que cualquier otro el entorno, el contenido, el personaje. Tiene la mayor concepción visual de las cosas y yo creo en la concepción visual de las cosas. El impacto de un solo y pequeño plano que puede hacernos entrever toda una vida, todo un mundo, es más importante que el más brillante de los diálogos”. (ANTHONY MANN)

"No creo que el procedimiento técnico presente una importancia capital. Lo que cuenta es lo que se muestra en la pantalla”. (ANTHONY MANN)

Todos los estudiosos de la obra de Mann y cualquier interesado y/o aficionado saben la importancia del paisaje en su obra, utilizándolo como una herramienta más. Mann al contrario de Ford, se adentra en el norte, en las montañas nevadas, los ríos caudalosos y los bosques de zonas frías, que sustituye a los apaches, navajos o comanches por los sioux, los dakotas o los crow, y que busca la profundidad psicológica en los personajes por encima de la épica de la propia historia. Los personajes son lacónicos, los diálogos, las miradas elocuentes, los silencios cautelosos, las sonrisas, transcurren en un entorno bellísimo, en un paisaje montañoso y verde alejado de bucólicas inspiraciones, convertido más bien en escenario de brutalidad y horror. Reflejan un país en construcción, donde la tierra y sus frutos: el oro, la sal, el agua son la posesión más preciada.

Los western de Stewart y Mann son westerns muy sólidos, cuyo interés va “in crescendo” con el paso de los minutos. Stewart es un hombre de oscuro pasado, introvertido, de corazón impuro, sabemos que el “bueno” de la película pero aun así nos resistimos a abrazarlo. Mann nos mete de lleno en las historias, sin preámbulos, ni introducciones y sin rodeos. Las mayores virtudes de los westerns de Mann y Stewart, son las puestas en escena, con una maravillosa fotografía que explota las bellezas naturales de las montañas del centro y norte de Estados Unidos, y por otro lado, el sobresaliente uso del suspense y la intriga que Mann consigue introducir en los relatos de venganza típico del western, que eleva la historia hacia cotas de emoción, intensidad e interés difícilmente inigualables en el cine clásico del oeste por otro cineasta que no fuera Ford o Hathaway.

En el ciclo con James Stewart es un héroe taciturno y seco que  tiene un pasado turbulento y un futuro dudoso, quiere dejar atrás su pasado de forajido de frontera y busca una segunda oportunidad, busca la paz en una huida de su pasado que ha de ganársela luchando; ante los inconvenientes y las injusticias responde con un estallido de ira después de unos instantes de rabia contenida. James Stewart suele encontrarse estancado en su devenir vital por algún suceso traumático que ha trastocado su modo de vida, y ese estancamiento se refleja muchas veces en un obstáculo físico que el personaje debe superar para seguir su camino o conseguir su objetivo. Así, algunos desenlaces de sus filmes tienen lugar en lugares hostiles e inaccesibles como, por ejemplo, los escarpados cerros rocosos de “Winchester 73” o los rápidos de “Colorado Jim”,  las rocas y el agua son dos elementos recurrentes en la filmografía de Mann.



James Stewart tiene un pasado que no se desvela completamente al espectador: el pistolero más temido y respetado del Oeste se ha retirado para guiar a unos colonos y el espectador desconoce el motivo, aunque puede aventurar que lo hizo hastiado por una violencia de la que ni así podrá escapar, o está envuelto en terribles dudas morales y obsesivas venganzas, perseguido por un turbio pasado que no pueden dejar atrás y que enfanga irremediablemente su presente de dudas y dolor. 

Otra característica del cine de Mann, es el uso del cinemascope, hay que tener en cuenta que el inicio del cinemascope fue el año 1953, además Mann probablemente fue uno de los mejores encuadradores de la historia del cine. En todos sus westerns el story-board   parecen comics.

Mann fue el mejor dibujando la naturaleza, los ríos, el cielo, las nubes, las rocas, el mundo mineral, el polvo o el sudor de los caballos.


Las cinco obras maestras que rodo James Stewart con Anthony Mann fueron:
  
     1) Winchester 73 (1950): Dos jinetes llegan a Dodge City persiguiendo a un hombre. Es el Día de la Independencia, y la gente se arremolina en torno al premio del concurso de tiro, un rifle único: el Winchester 73. Lin McAdam, uno de los forasteros, gana el concurso y consigue el rifle, pero su contrincante Dutch Henry Brown se lo roba y huye. El rifle pasa a manos de un traficante de armas, luego a un jefe indio y más tarde a un forajido. Mientras tanto, continúa la persecución. 
     2) Horizontes lejanos (1952): Dos hombres de turbio pasado, Glyn McLyntock y su amigo Cole, dirigen una caravana de colonos desde Missouri a Oregón. Cuando el invierno se acerca, deciden acampar en las afueras de Portland e intentan recuperar las provisiones que les han robado unos corruptos oficiales. En el viaje de vuelta, Cole organiza un motín para vender los suministros en un campamento de mineros y así obtener pingües beneficios.
     3) Colorado Jim (1953): Durante la guerra Civil (1861-1865), Howard Kemp (James Stewart) pierde su granja mientras lucha en el frente. Con el fin de reunir el dinero suficiente para recuperarla, trabaja como cazarrecompensas en el territorio de Colorado. Su primer objetivo será Ben Vandergroat (Robert Ryan), acusado de asesinar a un sheriff. Tras acorralarlo en las Montañas Rocosas, se unen a él dos hombres que buscan compartir la jugosa recompensa: un viejo buscador de oro y un desertor del ejército de la Unión.
     4) Tierras lejanas (1954): En 1896, Jeff, un solitario aventurero de oscuro pasado, se dedica al lucrativo negocio de surtir de carne de vacuno los asentamientos de buscadores de oro del Yukon, en Alaska. 
   5) El hombre de Laramie (1955): Un capitán americano se hace pasar por comerciante y va a Méjico para averiguar quién le vendió rifles a los apaches que asesinaron a su hermano. Entre los sospechosos se encuentran un arrogante hacendado, su despiadado hijo y el capataz de su rancho. 

martes, 7 de febrero de 2012

SAMUEL PECKINPAH (1925-1984) “Bloody Sam”




Samuel Peckinpah fue un director conocido especialmente por la violencia que introdujo en todas sus pelí­culas, forma parte del grupo de directores que hicieron remontar la decaída industria hollywoodiense durante los años 60 y 70. Entre sus importantes aportaciones al cine figura la reformulación del western clásico llevándolo a terrenos más crepusculares y violentos. 



Creó su propia leyenda, era muy complejo en sus relaciones personales y artísticas, y procuraba formar su segunda “familia” entre un equipo de colaboradores tanto técnico como artístico recurrente en su filmografía. A estas consideraciones cabe añadir su fuerte genio, su carácter provocador, autodestructivo, y su condición de mujeriego.

Nació en 1925, hijo de un abogado y perteneciente a una acomodada familia. Junto a su hermano, solían faltar a clases para ir al rancho de su abuelo materno, de ahí su pasión por los western. Su carácter lo involucró repetidamente en peleas y problemas de disciplina, por lo cual sus padres decidieron inscribirlo en la academia militar  para realizar su último año de estudios. En 1943 se alistó en los marines y en 1945 fue enviado a China.  A finales de 1946 regresó a Estados Unidos sin haber participado en ningún combate. Una vez en casa, conoció a una joven estudiante de Teatro, Mary Selland, que más tarde sería su esposa, e influenciado por ella, comenzó a interesarse por el teatro y la poesía.
Inició su carrera trabajando en televisión, donde escribió y dirigió varios programas relacionados con el mundo del western, entre ellos “Gunsmoke”, “The Westerner” y “The Rifleman”. Trabajó con el director Don Siegel en las películas “Invasión de los ultracuerpos” y “Harry el Sucio”.

Su primer trabajo como director serí­a en 1958 en TV, con el episodio de “Broken Arrow” titulado “The Knife Fighter”.
En 1961 Peckinpah dirigió su primera película “Compañeros mortales” con Maureen O'Hara y Brian Keith en los papeles principales. La cinta, rodada en principio como un telefilme pero estrenada en Europa en los cines, obtuvo un escaso éxito entre el público y la crítica.

Un año después dirigirí­a su siguiente película culta, “Duelo en la alta sierra” (1962). Con esta segunda película, rodó una obra maestra que sirve de despedida de dos grandes actores del género Randolph Scott, y Joel McCrea e inaugura uno de sus temas fetiche: el western crepuscular.

Su tercera pelí­cula fue Major Dundee (1965), y marcó el inicio de sus peleas con las productoras y distribuidoras. Estuvo protagonizada por Charlton Heston y situada en el final de la Guerra Civil americana. Columbia, considerándola demasiado larga y complicada hizo numerosos cortes. Peckinpah se enfureció declarando públicamente que su pelí­cula, tras esos recortes, era incomprensible y no tenía sentido.
En suma, un auténtico fuera de la ley, como sus personajes, fuera de su tiempo y de su lugar. Con estos condicionantes no resulta difícil intuir sus enfrentamientos con productores merced a sus frustraciones por no poder controlar sus películas. Tan sólo en Quiero la cabeza de Alfredo García” (1974) Peckinpah tuvo entera libertad para crear, aunque finalmente resultara un fracaso económico. Un oasis de tranquilidad que se sitúa en medio de sus films malditos, como fueron “Major Dundee” (1965), que han pasado a los anales del cine, o su expulsión del rodaje de El rey de juego (1965), o sus tres años de intenso trabajo en el guión del El emperador de norte (1973), que finalmente rodaría Robert Aldrich, etc.

Pero la pelí­cula que inaugurarí­a la fama sanguinaria y violenta de su cine, la película que le pondría en la historia del western, y en la leyenda del cine, serí­a Grupo salvaje (1969) y continuando con el género del western crepuscular.

También el estilo de dirección estableció lo que serí­an sus señas de dirección, usando la cámara lenta en numerosas secuencias, una técnica de montaje vanguardista y el uso de la violencia. Fue considerada por ciertos crí­ticos como “la pelí­cula más violenta que se haya filmado jamás”.

Una película donde los héroes que, en realidad, son los malos de la pelí­cula y quienes sólo encuentran la redención en medio de una lluvia de balas.
Durante el rodaje de su siguiente película, La balada de Cable Hogue (1970), el director fue forzado por la productora Warner Bros a dirigir la película sin la violencia mostrada en “Grupo salvaje”. De manera que el director le dio un toque cómico y se invirtió apenas dinero ni tiempo en anunciarla, lo cual hizo que la película pasara sin pena ni gloria, y le abandonara el público.
Cuando la reputación del director estaba marcada por el apodo de “Bloody Sam” (Sam el sanguinario) que le acuñaron los críticos estadounidenses, dirigió en el Reino Unido, “Perros de paja (1971), con Dustin Hoffman y Susan George como protagonistas principales. La película da mucho que hablar, muchos temas la cobardía, la provocación, el erotismo, la misoginia, la maldad, la venganza, el honor, el horror  y sobre todo la violencia, una película inclasificable, que hoy en día todavía no sé si me gusta o me horroriza por partes iguales.
En 1971 realizó “El rey del rodeo”, protagonizada por Steve McQueen, que no obtuvo mucho éxito de público. En ella se encuentra otro de los temas favoritos del director el de los perdedores. Y en eso Steve McQueen era un especialista.
Un año después volvería a trabajar con Steve McQueen en uno de sus más famosos papeles La huida”, que su revalorización internacional llega tras el remake de 1994 con Alec Baldwin y Kim Basinger
En 1973 dirigió Pat Garrett and Billy The Kid”, con James Coburn, Bob Dylan y Kris Kristofferson, otro western crepuscular, que cuenta la violenta y trágica historia de Billy el Niño y Pat Garret, servida con mano maestra, un género que en los años setenta entraba en fase terminal y al que sólo Peckinpah consiguió insuflar vida.
En 1974 realizó su película más surrealista según la crítica, “Quiero la cabeza de Alfredo García” ; al año siguiente el thriller Los aristócratas del crimen (1975), y en 1977 “La cruz de hierro. Todas ellas realizadas con escaso presupuesto. Orson Welles se puso en contacto con Peckinpah para decirle que La cruz de hierro, era la mejor película antibélica que había visto nunca. Una película que contaba con la particularidad que Peckinpah desarrollaba su film desde la posición de los alemanes en lugar del de los americanos.
A finales de la década de 1970 Peckinpah parecía haber pasado al olvido, ninguna publicación hablaba de él. Su salud era ya muy precaria debido a su alcoholismo y su adicción a la cocaína. En 1978 dirigió “Convoy” que fue otro fracaso.
Su última película fue “Clave: Omega (1983)”, un thriller de espías que no tuvo ninguna crítica buena. Sam Peckinpah murió en 1984 de un ataque al corazón cuando tenía 59 años, debido a sus graves problemas de salud.
Cuando estuvo en forma su cine fue duro, complejo, emocionante, poético e inmejorable. Jamás pudo montar una pelí­cula como él quiso, y jamás encontró el beneplácito de la crí­tica norteamericana y buena parte de la extranjera. Después de ser encumbrarlo en los setenta con calificativos como el “Picasso de la violencia” o el “nuevo John Ford”, pasó en los años 80, poco después de su prematuro fallecimiento, al olvido. Pero el tiempo pone a cada uno en su lugar, y hoy nadie pone en duda de su genio y su maestría. Creó escuela, pero sus esencias no admiten el plagio. Es uno de los grandes.



Los westerns de Sam Peckinpah fueron:

1- Compañeros mortales (1961)
2- Duelo en alta sierra (1962)
3- Mayor Dundee (1964)
4- Gloriosos camaradas (1965)
5- Grupo Salvaje (1969)
6- La balada de Cable Hogue (1970)
7- El rey del rodeo (1972)
8- Pat Garret y Billy the Kid (1973)

Los westerns legendarios de Sam Peckinpah